Comenzamos una nueva serie de catecismo sobre el protestantismo. Comenzando desde sus fundadores, sus motivaciones, continuaremos esta travesía analizando sus doctrinas a la luz de la Biblia, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. En esta ocasión damos inicio a este curso explicando las motivaciones de la así mal llamada reforma protestante

Los contenidos son tomados de este libro:

LECCION PRIMERA.

SURGIMIENTO DEL PROTESTANTISMO

P. ¿Qué significa este nombre protestantismo?
R. En su primera significación se empleó para expresar el acto de protesta que hicieron doce ciudades de la Germanía contra un edicto del Emperador Carlos V, con el cual se mandaba a los novadores del siglo XVI que profesasen una fórmula de fe propuesta por el mismo. Pero luego» se empleó en otro sentido enteramente diferente.
P. ¿En qué sentido se emplea ahora la voz protestante y protestantismo?
R. Actualmente se emplea para significar la rebeldía de todas las sectas modernas contra la 2 Iglesia católica fundada por Jesucristo, o lo que es lo mismo, la rebeldía de los hombres orgullosos contra Jesucristo fundador de la misma Iglesia.
P. ¿Quién dio origen a esta rebeldía?
R. Un fraile apóstata llamado Lutero, y lo hizo porque el Papa León X cometió a los Religiosos de Santo Domingo, y no a los de su orden, que era la agustina, la publicación de las indulgencias concedidas a los que con sus limosnas concurriesen a los gastos de la fábrica del templo de S. Pedro en Roma.
P. ¿En qué tiempo sucedió esto?
R. Por los años de 1517, esto es, a principios del siglo XVI.
P. ¿De qué manera tuvo lugar esta rebeldía?
R. De la manera siguiente. El Pontífice León, cabeza visible de la Iglesia, condenó las doctrinas de Lutero con que impugnaba las indulgencias y diseminaba otros errores contra la santa fe.
Furioso el heresiarca por tal condenación, auxiliado por algunos malvados compañeros suyos, y protegido por Federico, Elector de Sajonia, desplegó el estandarte de la rebelión y atrajo por medio de furiosas declamaciones gran número de sectarios: así tuvo principio el Protestantismo, el cual, bajo los especiosos nombres de Evangelio puro y de Reforma puso en convulsión, poco tiempo después, a toda la Europa.
P. ¿No fueron, antes bien, causa del protestantismo los grandes abusos que en aquel entonces había en la Iglesia?
R. No por cierto; se habían en verdad, introducido desde mucho tiempo y en varios lugares, graves abusos tanto en el clero secular como en el regular, pero fueron siempre combatidos y re probados por la Iglesia, que no dejó de condenarlos en todos sus actos solemnes. Ya en tiempo de Lutero muchos se habían quitado, otros se habían remediado, y la reforma de las costumbres y de la disciplina se iba perfeccionando cada día más, cuando aquellos hombres se rebelaron contra la Iglesia. Los abusos no fueron más que el pretexto de que se sirvieron los malvados para proclamar la libertad de la carne y hacerse prosélitos.
P. ¿Además de Lutero hubo algunos otros que se levantaron contra la Iglesia?
R. Sí: los tres principales que siguieron tan mal camino fueron, en Suiza, Zwinglio, sacerdote apóstata y además párroco; en Francia, Cal vi no, hombre públicamente difamado por sus torpezas; y en Inglaterra, Enrique VIII, el cual se rebeló porque el Papa no quiso concederle el divorcio con su legítima mujer para casarse con otra. Tales son los corifeos del protestantismo, hombres todos, dignos por sus maldades, en expresión de un protestante mismo, de que se les pusiera el dogal

LECCION II

DE LA NATURALEZA DEL PROTESTANTISMO.

P. ¿En qué consiste el protestantismo? K. En la omnímoda y absoluta independencia de la razón individual de toda autoridad en materias religiosas o de fe, o en otros términos, consiste en la libertad de examen.
P. ¿Sobre qué versa este examen?
R. Sobre la Biblia, esto es, sobre la colección 4 de libros sagrados que se llama Escritura Santa, y comprende el Antiguo y Nuevo Testamento.
P. ¿La Biblia, pues, o bien la sagrada Escritura, será la Regla de fe de los protestantes?
R. Así lo dicen ellos, pero interpretada según el sentir de cada uno.
P. ¿Los protestantes pueden saber con certeza de cuántos libros se compone la Biblia, si son divinamente inspirados los libros sagrados, y si estos han llegado hasta nosotros enteros y no corrompidos?
R. No: ni lo saben ni lo pueden saber según su sistema. Rechazando ellos la autoridad de la Iglesia, la cual sabe todo esto por tradición divina, no les queda medio alguno para cerciorarse de cuales sean estos libros, y de si son o no inspirados; si contienen la palabra de Dios o la del hombre; y en fin, si han llegado hasta nosotros enteros o adulterados. .
P. ¿No podrían a lo menos saberlo por la Iglesia católica de la cual se han separado, y de la cual han recibido la Sagrada Escritura?
R. Ni aun así pueden saberlo; porque profesando ellos la doctrina de que la Iglesia puede errar en materias ele fe y acusándola en efecto de haber errado en muchos puntos, no pueden saber si se ha equivocado también en esto, tomando por palabra de Dios lo que no es más que palabra de hombre. Que esto sea así, lo probaron los protestantes con su conducta, puesto que Lulero rechazó del canon de los libros inspirados, siete libros enteros del Antiguo Testamento y otros tantos del Nuevo; Zwinglio y Calvino, con sus secuaces, han reconocido como divinos todos los que se encuentran en el Nuevo Testamento, y desechan como apócrifos siete del Antiguo, que la Iglesia reconoce como divinos.
P. Pero con el auxilio de la crítica ¿no podrían los protestantes distinguir los libros divinos de los que no lo son, a la manera que por ella se sabe de cierto, cuáles son las obras de Cicerón y de Virgilio?
R. En tanto es falso que puédanlos protestantes, por medio de la crítica, adquirir certidumbre de los libros divinos, que por el contrario ella ha sido el motivo de haber rechazado por entero la divina inspiración de estos mismos libros, y de haber quitado del canon de las Sagradas Escrituras casi todos los libros de uno y otro Testamento; por ejemplo, el Pentateuco de Moisés, el libro de Job, el de Josué, la profecía de Daniel y ranchos otros; como igualmente, algunos de ellos han rechazado el Evangelio de S. Juan; otros los Evangelios de S. Mateo, de S. Marcos y de S. Lucas; y otros, como los racionalistas, algunas cartas de S. Pablo y de los demás Apóstoles; y en esto los protestantes se han manifestado consecuentes consigo mismos.
P. ¿Si así fuese, los protestantes no podrían tener fe?
R. ‘Claro está que no, y esto por dos razones: primera, porque les falta la certidumbre acerca de la divinidad e integridad de la Biblia; segunda, porque les falta igualmente la certidumbre acerca del sentido de la Biblia, cual Dios se propuso; sentido que, no pudiendo ser más que uno (puesto que la verdad es una sola), los protestantes interpretan cada cual a su modo; y de aquí resulta, que un protestante da a la Biblia un sentido diverso, y las más de las veces, contrario al que le da otro.
P. Entonces ¿por qué se empeñan tanto en repartir Biblias a los católicos?
R. Es esta una de las muchas imposturas de que sé valen los protestantes para embaucar a la gente sencilla. Prevalidos de la fe de los católicos en las Sagradas Escrituras, les dan Biblias truncadas o alteradas según su costumbre, a la manera que se dan juguetes a los niños para entretenerlos y engañarlos.
P. ¿De modo que abrazar el protestantismo equivale a perder la fe?
R. Justamente. Hacerse protestante es, ni más ni menos, que renegar abiertamente de la religión cristiana, y rechazar la fe de la verdadera doctrina de Jesucristo, de los Apóstoles y de la Iglesia.

LECCION III

DOCTRINAS DEL PROTESTANTISMO

P. ¿Cuál es la doctrina del protestantismo?
R. Determinar la doctrina o enseñanza del protestantismo, es cosa mui difícil, ya que no imposible, toda vez que en él se cambia de doctrina en cada cambio de luna, como suele decirse. Así, es tan variada la doctrina como varios son los juicios de cada protestante, teniendo por lo mismo cada cual una doctrina propia, diferente de la de todos las demás.
P. ¿De dónde procede tanta variedad y tanta inconstancia en la doctrina de los protestantes?
R. Procede de la naturaleza misma del protestantismo. Consistiendo, como ya se ha dicho, su naturaleza o esencia, en la libertad de examen ο sea en la independencia absoluta de toda autoridad, cada cual por la lectura de la Biblia se forma una doctrina para sí, una fe para sí, una religión para sí, sin que nadie pueda impedírselo.
P. ¿Cómo puede ser esto, profesando todos los protestantes tener la Biblia por su regla común de fe?
R. Nada más fácil de explicar; porque si bien es verdad que todos los protestantes profesan tener la Biblia por su regla común de fe, cada uno, sin embargo, está en plena libertad de interpretarla a su modo y de hacer decir a la Biblia lo que quiere que diga. La Escritura Sagrada es en manos de los protestantes como el eco, al cual cada uno hace responder o repetir lo que más le place.
P. ¿No tienen por ventura los protestantes sus confesiones o símbolos de fe común?
R. Sí, y en gran número: como la confesión de Ausburg, la confesión Helvética, la Galicana, la Anglicana compuesta de 39 artículos, la de Ginebra, etc.; pero esto confirma más cuanto se ha dicho.
P. Desearía que os explicarais con alguna mayor claridad.
R. Con mucho gusto. Cada una de estas confesiones difiere de las demás, y difiere tanto, que el que profesa una, constituye una secta diferente de la que profesa otra. Y no solo estas sectas son diferentes entre sí, sino que tal vez son contrarias; de manera, que se condenan y anatematizan recíprocamente, esto es, la una excomulga a la otra, y sin embargo todas, al decir de los protestantes, tienen por fondo común la misma Biblia, pretendiendo cada uno no ser otra cosa que la 8 expresión fiel de las verdades contenidas en ]a misma. Cada fabricante de confesiones o de símbolos ha hecho hablar a la Biblia a su manera, y cada uno cree tener razón.
P. ¿Estarán a lo menos obligados los protestantes a seguir en conciencia la profesión de fe de su respectiva secta?
R. No, porque cada protestante, en virtud de la libertad de examen, puede con la Biblia forjarse otros artículos diversos de los que se hallan contenidos en la profesión, y nadie puede ser obligado a que siga este, o aquel otro símbolo de fe.
P. Siendo esto así ¿Cómo han podido hacerse tales símbolos y profesiones?
R. Por una absurda y práctica contradicción con el principio fundamental del protestantismo. En efecto: si cada protestante para ser tal, puede y aun debe formarse con la Biblia cada uno de los artículos de su fe; y si en esto es independiente de toda autoridad, es evidente que sin una abierta contradicción no podría formarse una profesión de fe que fuese obligatoria. Y por esto mismo en muchas sectas se ha abolido todas estas profesiones de fe, como contrarias al principio del protestantismo.
P. ¿De este modo no podrá haber en el protestantismo aquella unidad de fe tan recomendada por Jesucristo y por los Apóstoles en la Biblia?
R. No por cierto; esta unidad es imposible donde cada uno puede creer lo que quiere, y por esto las diversas sectas de los protestantes y cada uno de ellos es con mucha exactitud comparado, por un autor moderno, a las aves, empezando por el búho, amigo de las tinieblas, y acabando por el águila, amiga del sol. Todos estos pájaros descansan en el grande árbol de la Biblia, y cada cual canta a su manera haciendo una música que rompe los tímpanos. Uno exclama que una cosa es blanca; otro dice que la misma cosa es negra; uno jura que es encarnada; otro perjura que es verde. Y todos con la Biblia en la mano.
P. ¿Pero es posible?
R. No solo es posible, sino también un hecho notorio, público, y universal. Si preguntáis a un protestante, si Jesucristo es Dios, os responderá que sí; si preguntáis a otro, os dirá que no; y si a un tercero, os responderá que este Cristo histórico, cual viene descrito en el Evangelio, no ha existido jamás, y que toda su vida no es más que una fábula. Y lo que acabamos de decir de este principio fundamental del Cristianismo, se verifica con mayor razón en cada uno de los artículos del símbolo de los Apóstoles, empezando por el Creo en Dios Padre y acabando por la vida eterna. Amen.
P. Vuestro protestantismo me parece una verdadera Babilonia.
R. Poco seria si fuese solamente una Babilonia; lo peor es, que contiene una doctrina horrible en teoría e inmoral en la práctica; esto es, una doctrina que ultraja a Dios y al hombre, nociva a la sociedad y contraria al buen sentido, y hasta al pudor.
P. ¿Podríais probar la verdad de tan terrible acusación?
R. Sí, y mui fácilmente. Basta abrir las obras de Lutero, Zwinglio y Calvino, que han sido los principales reformadores o fundadores del protestantismo, para encontrar a cada paso que Píos es el autor del pecado; que obliga al hombre a pecar para castigarlo después; y que ha predestinado una gran parte de los hombres a la condenación eterna sin previsión alguna de sus culpas. Igualmente se encuentra, que el que tiene fe, por enormes que sean los crímenes que cometa, no deja de agradar a Dios; que los elegidos por más que pequen, no pueden condenarse; que no es necesario vivir bien para salvarse; que el hombre, por efecto del pecado original, ha venido a parar en una máquina privado del libre albedrío; que obra el bien y el mal impelido por una verdadera necesidad. Se encuentra, en fin, que es lícito rebelarse contra los Soberanos que se opongan a tales doctrinas, que ellos llaman el puro Evangelio, y otros mil desatinos por el mismo estilo.
P. Estas doctrinas me causa horror; ¿no son en cierta manera peores que las de los paganos? E. Tenéis razón; ni los paganos ni los turcos han llegado jamás a tanta impiedad de doctrina.