En este video te explicamos sobre la tolerancia religiosa reclamada por el protestantismo a la vez que aplicaba torturas y fuertes medios de persecución hacia los católicos en los países protestantizados.

Los contenidos son tomados de este libro:

LECCION VI

DE LA TOLERANCIA DEL PROTESTANTISMO.

P. ¿Los protestantes que desde un principio proclamaron la libertad de conciencia y la tolerancia, la han después practicado ellos con respecto a los católicos?
R. Nada menos que esto: la conducta de los sectarios Ha sido siempre la misma. En un principio, cuando son débiles, invocan la libertad de conciencia, piden que se respete la convicción propia; y si son reprimidos, ponen el grito en el cielo contra la violencia que se les hace en lo que les es más caro, en sus inocentes opiniones: llaman opresores y tiranos a los qué los contradicen. Mas, apenas pueden levantar la cabeza y prevalecer, se entregan sin piedad a las confiscaciones, destierros y suplicios contra los católicos.
P. ¿Qué responden los protestantes a las quejas de los católicos cuando estos invocan para sí la tolerancia?
R. Responden con risas, befas e insultos. Siguen impávidos su sistema de la más bárbara persecución; hacen sentir todo el peso de la opresión, y dejan exclamar y quejarse sin darse por entendidos.
P. ¿A lo menos los protestantes se habrán abstenido de derramar sangre en la persecución de los católicos que permanecieron fieles a la religión de sus padres?
R. ¿Qué decís? Se han encruelecido de tal manera y con tantos suplicios y tormentos contra los católicos, que ha sobrepujado la crueldad de los mismos Emperadores paganos. El hierro, el fuego, los ecúleos, las torturas, la horca, todo se empleó contra los católicos fieles a su Dios y Religión, no perdonando sexos ni edades. Ellos instituyeron tremendas pesquisas para descubrir si se establecían en sus países sacerdotes y Religiosos, llegando a imponerse en varios Estados la pena de muerte a cualquier sacerdote católico que pasase en ellos una sola noche.
P. Cuanto decís me parece imposible; a lo menos se me figura que habrá en ello mucha exageración.
R. Para convenceros de que no exagero, basta que leáis lo que han hecho los Luteranos en Alemania, Suecia, Dinamarca, Noruega e Islandia; los Hugonotes o Calvinistas en Francia y Holanda; los Zwinglianos en Berna, Zurich, Ginebra y en lo restante de la Suiza; los Presbiterianos en Escocia; los Anglicanos en Inglaterra e Irlanda; y encontraréis que cuanto he dicho es verdadero. Se trata de hechos históricos y referidos por los autores mismos protestantes.
P. Bien; ¿pero todo esto habrá sido cosa del primer ímpetu; más luego habrán cambiado de sistema?
R. Tales persecuciones jamás han cesado en los países protestantes hasta nuestros di as. En algunos han permanecido en todo su vigor las leyes crueles y sanguinarias promulgadas contra los católicos durante más de dos siglos, como por ejemplo en Inglaterra; en otros, rigen todavía las leyes de confiscación y destierro contra el que se convierta al Catolicismo, como en Berna, Suiza y Dinamarca. En varios principados de la Alemania se han promulgado leyes mui duras, en las cuales se obliga a los que han contraído matrimonio mixto (esto es, entre un protestante y una católica, o vice-versa) a hacer educar a sus hijos en la religión protestante y a hacerlos instruir por maestros también protestantes. Todo se pone por obra hasta en el día para apartar a los católicos de su santa Religión e impedir que ningún protestante se convierta al Catolicismo.
P. ¿Los gobiernos protestantes no han disminuido mucho las persecuciones?
R. Las han disminuido en el sentido de que ya no ahorcan ni descuartizan a los católicos como hacían no ha mucho tiempo, porque la índole de nuestro siglo no tolera tales barbaridades. Pero fuera de esto, siguen como antes sustituyendo la astucia a la violencia manifiesta. Si tal vez han hecho alguna concesión, esto ha sido por necesidad, porque así lo exigían combinaciones políticas; jamás espontáneamente.
P. ¿Cómo así? No han concedido por ventura muchos Gobiernos protestantes la emancipación a los católicos, como suele decirse, con todos los derechos civiles, iguales a los que disfrutan los sectarios de su doctrina?
R. Sí; lo han hecho por los motivos que acabo de expresar. Y sin embargo de la tal emancipación y de toda la igualdad de derechos civiles, los católicos nunca disfrutan de una verdadera libertad bajo un gobierno protestante; estos siempre ponen trabas y cortapisas a los Obispos, Párrocos y demás eclesiásticos en el ejercicio de su ministerio; los destinos y cargos públicos casi son patrimonio exclusivo de los protestantes; confían la instrucción a maestros de su secta; procuran que las elecciones para las cámaras, en los puntos donde rige el sistema constitucional, nunca queden en favor de los católicos; en una palabra, continuamente cometen con estos mil vejaciones toda clase.
P. ¿Pero los particulares bien se portarán de otro modo con respecto a los católicos?
R. Los hombres probos y honrados que permanecen en el protestantismo, casi sin quererlo, y por haber tenido la desgracia de nacer en aquella malhadada secta, cierto que desaprueban una conducta tan desleal, y se compadecen de los católicos tan extrañamente perseguidos; pero los que son protestantes por principio, y solo por espíritu de oposición a la Iglesia Católica, son los peores. Ellos fomentan odios inveterados, se asocian para oponerse a los católicos a fin de privarles de empleo, trabajo, comercio y hasta del pan si les fuese posible, como se ha hecho siempre y se está practicando actualmente en varios países de Alemania, Holanda, Inglaterra, Ginebra y otros puntos.
P. ¿De dónde procede una conducta tan desleal e inhumana?
R. Procede de que no teniendo el protestante la verdadera fe, tampoco puede tener una caridad verdadera. El protestantismo no vive más que de odio; este sentimiento es el que le anima y le da el ser; y así como el error no puede sufrir la verdad, tampoco puede tolerar a los que la profesan; y los persigue por instinto.

LECCION VII

DE LOS FAUTORES DEL PROTESTANTISMO.

P. ¿Quiénes son los que favorecen el protestantismo en los países católicos, especialmente en los Estados Hispano Americanos?
R. No queriendo hablar de los demagogos, ni de los revolucionarios de toda raza, ni de los afiliados a sociedades secretas, las cuales se coligan con el protestantismo únicamente para deshacerse del Papa, de los Reyes y de toda clase de gobierno o autoridad; los más apasionados fautores de la Reforma o del puro Evangelio son por lo común los malos católicos, la hez de la sociedad, los hombres más viciosos, los que, en fin, no tienen o no practican ninguna religión.
P. ¿Y os parece que hay muchos de estos en la América-Española?
R. Si se considera su número colectivamente, puede decirse que son muchos, porque están esparcidos por todas las ciudades grandes y pequeñas, villas, pueblos, y aldeas: en todas partes tienen sus corresponsales. Pero si se consideran aisladamente, y con respeto a las masas de la población, no son más que fracciones despreciables, compuestas, como ya he dicho, de hombres de mala vida e irreligiosos declarados, los cuales, gracias a Dios, no forman el mayor número.
P. ¿No son acaso los hombres de quienes habíais, por lo regular, probos, doctos y honrados?
R. Si dais oído a sus palabras, los creeréis realmente muy sabios, la flor de la doctrina y otros tantos Salomones. En su hablar, hacen uso de dichos peregrinos y rebuscados al objeto de embaucar, profieren sentencias con una gravedad increíble; pero en realidad no son más que cabezas vacías, que nada saben, y en particular en materias de religión, no conocen la Religión católica que combaten, y muchos de ellos ni el protestantismo que quieren propagar. Por lo que toca a su probidad y honradez no es más que aparente; y aun gracias que la tengan, no es en realidad más que un cúmulo de vicios y de maldades.
P. ¿A quiénes pretenden estos ganar para el protestantismo?
R. En todas las ciudades y aldeas buscan con la mayor solicitud a los más entregados al vicio, a los más irreligiosos e inmorales, y es la caza más preciosa que pueden hacer. Se revuelven como perros hambrientos que olfatean por todas partes en busca de algún animal muerto, y cuando lo han encontrado, se le arrojan encima con hambre verdaderamente canina para devorarlo.
P. ¿No tienen por ventura estos apóstoles de nuevo cuño un interés particular en seducir a la juventud?
R. En efecto, la juventud forma el objeto especial de su apostolado; saben mui bien que los jóvenes no tienen experiencia, que son fogosos de imaginación, irreflexivos, y que sus pasiones empiezan a desarrollarse. De aquí es que procuran coger a los jóvenes de uno y otro sexo, instruyéndolos poco a poco en sus máximas, y halagándolos con el aliciente del vicio, de manera que estas pobres criaturas se encuentran envueltas en sus lagos antes de advertirlo.
P. ¿Cuál es pues la conducta de estos pobres jóvenes de esta manera seducidos?
R. En su casa son desobedientes y protervos, la pesadilla de sus padres; en público orgullosos y altaneros, se pasean por las calles con descaro, manifiestan u ostentan desprecio por los que no están iniciados en los profundos misterios que han aprendido: en las escuelas son el azote de sus maestros, y el escándalo de sus compañeros; en la Iglesia, si es que alguna vez acuden a ella, guardan expresamente posturas indevotas e indecentes. En una palabra, manifiestan exteriormente lo que tienen en su interior, y dejan por todas partes el fruto de la pestífera semilla depositada en sus entendimientos y corazones.
P. ¿Qué puede esperar la sociedad de estos jóvenes evangélicos?
R. Debe esperar todo género de desgracias. Pueden considerarse como revoltosos natos, los cuales están dispuestos siempre a toda novedad, y acuden siempre a cierra-ojos a cualquier tumulto que se promueva, sin calcular ni sus peligros propios ni el daño de los demás.
P. Según decís, este puro Evangelio seria el vehículo de la inmoralidad y la sentina de todos los males domésticos, Religiosos y políticos.
R. Cabalmente: ni más ni menos. Este uro Evangelio, como le llaman, o sea el protestantismo, no es otra cosa que la irreligión y relajación de costumbres cubierta con bellas palabras, y es el más terrible azote que pesa sobre la humanidad: poco a poco conduce la sociedad a la anarquía, ala disolución; y termina, en fin, en el más desapiadado despotismo, como la experiencia y la historia lo acreditan constantemente.


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