Sin duda alguna, el magisterio de la iglesia católica y la jerarquía de la iglesia católica son dos de los temas más atacados por los protestantes en general. En este video abordaremos la necesidad de tener un magisterio en la iglesia, las pruebas bíblicas, patrísticas y empíricas de que la iglesia primitiva tenía un magisterio y cuales deben ser las características básicas del mismo. En cuanto a la jerarquía eclesiástica, mostraremos sintéticamente cómo es que se fue formando a lo largo del nuevo testamento, su organización paulatina desde el siglo 1 y cómo es que llegó a su forma actual. También los protestantes se organizan jerárquicamente, aunque no tienen papa, pero igual ellos critican que nosotros tengamos organización jerárquica.
Los contenidos son tomados del siguiente libro:
LECCION VI
P: ¿Con qué objeto instituyó Jesucristo la Iglesia?
R: La instituyó, y además la hizo infalible y perpetua, a fin de que en todos los tiempos enseñara a los hombres aquellas verdades que él mismo se dignó revelar una sola vez al mundo; y también, a fin de que los hombres todos, instruidos por la Iglesia, pudieran un día alcanzar la vida eterna mediante la fe y las buenas obras.
P.: No comprendo yo qué necesidad había de la Iglesia para tal instrucción. ¿No hubiera bastado que los hombres hubiesen aprendido estas verdades solo por medio de la lectura de los libros sagrados, o sea de la Biblia?
R: Estáis en un error: esta lectura, por varias razones, no podía ser, ni con mucho, suficiente. Primero, porque Jesucristo, que es la Sabiduría eterna, quiso disponerlo de otro modo. Segundo, porque quiso que los hombres se humillaran y dependieran de su Iglesia. Y finalmente, porque los fieles, por la sola lectura de la Biblia, jamás hubieran conseguido la unidad de la fe; como sucede a los herejes, y en especial a los protestantes, que queriendo instruirse a sí mismos con la sola ayuda de los Libros Santos, han llegado a tal extremo de confusión y de ignorancia que no se entienden ya unos a otros, y han venido a perder de todo punto la fe, y hasta la misma idea de la fe.
P: ¿Pero acaso no degrada al hombre, que es un ser dotado de razón, tener que someterse ciegamente a la Iglesia y aceptar sin cuestionar la enseñanza de fe que ésta transmite?
R: ¿Cómo es posible? El hombre nunca es degradado al someterse a Dios y depender de él. De hecho, obedecer y creer en Dios es su mayor gloria. Y ¿Qué es someterse a la Iglesia y creer en las verdades que enseña, sino someterse y creer en Dios mismo? Escucha lo que dijo Jesucristo a los Apóstoles: “El que os escucha a vosotros, a mí me escucha; y el que os rechaza a vosotros, a mí me rechaza”. El apóstol San Pablo alabó a los primeros creyentes porque recibieron sus palabras como palabras de Dios, que en realidad lo eran. Por lo tanto, el homenaje más meritorio que una criatura racional puede rendir al Señor es someter su propia mente a las verdades de la fe enseñada por la Iglesia.
P: Espera un momento, una cosa son los Apóstoles y otra es la Iglesia; si no entendí mal, estás mezclando las ideas.
R: Veo que no me has entendido bien. En lo que respecta a la enseñanza en materia de dogma, los Apóstoles y la Iglesia son la misma cosa y el mismo instrumento que el Todopoderoso ha utilizado siempre para transmitir sus verdades a los hombres. ¿Has olvidado que la Iglesia es infalible, como lo demostré en otra lección? ¿Qué Jesucristo siempre está con ella, como prometió? ¿Qué siempre es asistida por el Espíritu de verdad, es decir, el Espíritu Santo, para que nunca se desvíe del camino correcto? ¿No sabes que Jesucristo ha dicho categóricamente: “Si alguien no escucha a la Iglesia, consideradlo como un pagano o un recaudador de impuestos”? Por lo tanto, al escuchar a la Iglesia, estamos escuchando a Dios mismo; y si no queremos recibir sus instrucciones, es a Dios mismo a quien desobedecemos.
P. Sea muy en buena hora lo que vos decís; más no por esto dejará de ser siempre una verdad, que el que escucha a la Iglesia oye a Dios tan solo mediatamente, y esto es lo que les sucede a los católicos; al contrario de los protestantes, que leyendo la Biblia oyen realmente al mismo Dios sin mediación de nadie. Los católicos reciben la luz reflejada por medio de un espejo, que es la Iglesia; mientras que los protestantes recibiéndola directamente, se hallan como inundados por los torrentes de sus rayos. ¿Qué tal? ¿No os parece que son de mejor condición estos últimos que los primeros?
R. Lo que me parece es que el que habla así da muestras de no saber lo que se dice; porque supone que el que lee la Biblia ve realmente la palabra de Dios tal como él mismo la profirió; y esto, amigo mío, es completamente falso, puesto que hablando en general, la Biblia que leen los religiosos suele ser una traducción truncada, mutilada y falsificada por los herejes. A buen seguro que no se encuentra uno solo que responda de la exacta conformidad de estas Biblias que se esparcen entre el pueblo, con el texto que comunicó el Señor. Por consiguiente, ya comprenderéis que cuando los protestantes leen la Biblia, es a través no solo de un prisma que descompone su luz, sino aun a través de un cristal de color obscuro y muy subido.
P: Francamente, jamás había fijado la atención en esta circunstancia. ¿Y cuál es la otra razón? Porque según vos, los protestantes no saben lo que se dicen.
R: Voy a indicárosla; suponen ellos que todos los que leen la Biblia la entienden, y saben cuál es el verdadero sentido que Dios ha querido dar a sus palabras; y sin embargo, es un hecho positivo que no solo no la entienden las personas idiotas y la generalidad del vulgo, sino ni aun la mayor parte de los que quieren pasar plaza de sabios. En efecto, si estos la entendieran bien, no sostendrían entre sí continuos altercados acerca del sentido en que debe tomarse cada texto. Precisamente, esta mala interpretación de las Escrituras divinas es la causa de que las innumerables sectas reformadas estén todas divididas y opuestas unas a otras.
P: ¿Tenéis más razones que alegar?
R: Muchas más tendría; pero para no pecar de difuso, os diré en pocas palabras que si los que leen la Biblia y la toman por su única regla recibirán efectivamente los copiosos raudales de luz y de calor que pretenden, tendrían una fe muy viva; y en vez de ser así, vemos que gran parte de los protestantes se han vuelto racionalistas o incrédulos, niegan todas las verdades sobrenaturales, y en cuanto está de su parte, destruyen la Biblia.
P. Bien; pero sea como fuere, ello es que los que reciben la doctrina de la Iglesia, la reciben de boca del hombre, al paso que los que la reciben de la Biblia, la reciben de boca del mismo Dios: ¿no es así?
R. No: no es así, ni por asomo; porque también los protestantes adquieren sus doctrinas por la mediación de los hombres. Y sino decidme, ¿quién les entrega la Biblia para que la lean sino los ministros, que, sin la menor autoridad, aseguran que aquel libro contiene la palabra de Dios? No sucede otro tanto con la Iglesia, la que, como ya os he dicho, habla y enseña en nombre del Señor, que la puso en lugar suyo para que fuera la maestra de todas las naciones, cuando dijo a los Apóstoles: Id y enseñad. Por último, propiamente hablando, los protestantes no aprenden sus doctrinas por la lectura de la Biblia sino por boca de sus ministros, que a su vez las han aprendido de la boca de los jefes de la Reforma. Por manera que, en todo rigor, los protestantes, y no los católicos, son los que escuchan la palabra del hombre, y del hombre sin sombra de autoridad; confesad que este es el mayor envilecimiento a que puede llegar un ser racional.
P. Vaya que me da risa lo que decís. Con qué los que tan enfáticamente se titulan los cristianos de la Biblia, los hijos del libre examen, ¿no son sino los cristianos y los hijos de Lutero, de Calvino, de Zwinglio, o de los demás heresiarcas?
R. Así es la verdad: entre tantos hijos del libre examen, no hay uno solo que sea protestante en virtud del examen de la Biblia que haya hecho por sí mismo, sino que hacen como las ovejas que andan una tras otra, persuadidos de que han hecho ese examen, cuando en realidad nunca se han ocupado en ello.
P. Tampoco me había yo parado en esto.
R. Pues ya que ahora estáis enterado, jamás deis oídos a los miserables seductores que andan propalando y esparciendo unas falsedades tan notorias. Sed más bien hijo dócil y sumiso de vuestra Madre la Iglesia, única autoridad que por virtud divina puede instruirnos siempre en la verdad.
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